Sus propiedades cicatrizantes, exfoliantes, antiarrugas y antimanchas lo convirtieron en favorito de la aristocracia y hoy sigue valorándose.
Sus propiedades cicatrizantes, exfoliantes, antiarrugas y antimanchas lo convirtieron en favorito de la aristocracia y hoy sigue valorándose.
Si Cleopatra viviera en nuestra era habría podido erigir un imperio cosmético con sus notorias pócimas de belleza. Célebre por sus baños con leche de burra, algo más ignota era su práctica de añadirles flores y hebras de fragante y colorante azafrán para impartirles un arrebatador color amarillo y enriquecerles con la alquimia estética que se atribuye a esta especia exquisita, un oro rojo que hoy vuelve a cobrar protagonismo en los rituales de tocador.
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