

Cuenta una leyenda que el rey Arturo salía en una expedición cuando encontró un enemigo poderoso llamado Sir Grome, quien le amenazó con lanzar un hechizo sobre él. “Quedarás en libertad y no lanzaré el hechizo si vuelves en siete días con la respuesta correcta. ¿Qué es lo que más desean las mujeres?”. El rey Arturo cabalgó por todo el reino preguntándoles a las mujeres qué era lo que más deseaban: amor verdadero, ser madres, riquezas... pero ninguna de las respuestas le parecía acertada. Al cabo de siete días, se dio cuenta, con pesadumbre, de que debía volver donde Sir Grome sin la contestación y que podía morir. Pero en medio del bosque, encontró a una mujer quien, pese a estar ataviada con piedras preciosas, tenía aspecto de espanto: rostro feo, nariz moquienta, una boca muy ancha de la cual colgaban dientes amarillentos y los ojos llenos de lagañas. Arturo se horrorizó al ver a Lady Ragnell, pero se detuvo ante una señal de ella. La mujer le aseguró: “Rey Arturo, ¡su vida está en mis manos!... ¡Yo sé la respuesta correcta!”. El rey le prestó total atención. “Pero, a cambio”, dijo Lady Ragnell, “debe concederme un deseo”. Ante la posibilidad de salvar su vida, el rey Arturo accedió a conferir el deseo. “Quiero casarme con uno de sus caballeros”. El rey se escandalizó. ¿Cómo iba a entregar en matrimonio a uno de sus caballeros siendo tan horripilante esta mujer? Y Lady Ragnell continuó: “El caballero que quiero es Sir Gawain”. Y más aún, pensó Arturo, ¿a su propio sobrino? “Tengo que preguntarle a él”, resolvió el rey. Al volver a su castillo, la reacción de Sir Gawain fue: “Como tu amigo, y para salvar tu vida, por supuesto. Acepto casarme con Lady Ragnell”.
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