Escuchar a Myrna Báez era ser testigo de la profundidad que alcanza una obra y una voz cuando se vive con la libertad de quien se conoce a sí misma
Escuchar a Myrna Báez era ser testigo de la profundidad que alcanza una obra y una voz cuando se vive con la libertad de quien se conoce a sí misma
Ocurrió hace unos años, al inicio del primer cuatrienio del presidente Barack Obama. Había un aire de optimismo —que hoy día se siente tan ingenuo— después de la era de Bush. El primer presidente negro llegaba a la Casa Blanca y en todas las esferas comenzaban a cambiar los discursos. Hoy sabemos que en muchas instancias aquel aluvión de energía y cambio se quedó precisamente en eso, en discurso, pero entonces no lo sabíamos.
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