Es imposible no enfrentarse y reflexionar en torno a la figura del padre cuando nos unimos a un diálogo en contra del patriarcado
Es imposible no enfrentarse y reflexionar en torno a la figura del padre cuando nos unimos a un diálogo en contra del patriarcado
A los cementerios no acude la misma cantidad de gente con llantos y flores en el Día de los Padres, que en el Día de las Madres. Se llenan menos, va menos gente. Me lo comentaban el otro día y basta echar un vistazo por uno que otro campo santo para confirmar que es posible que sea tendencia esta observación. No ocurre esto porque no hayan padres extraordinarios, ocurre porque en una sociedad patriarcal donde la mujer queda subyugada —no importa cuántos avances se alcancen— la figura del padre, tan directamente asociada al poder, no puede más que ser una figura conflictiva. Lo he vivido, lo he confirmado en incontables entrevistas y lo he estudiado. Es muy difícil escapar de esta realidad. No se puede ser feminista, luchar en contra de una sociedad patriarcal, insistir en torno a los beneficios para todos de una sociedad igualitaria, sin —en algún momento— tener que confrontarse de frente con la figura del padre, sea el propio o el padre como un concepto. Construir mundos nuevos, siempre lleva a reconstruir el mundo propio.
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